(Publicado originalmente en 'Comentarios de pasillo', UPEL, marzo 1998)
Asistimos en Venezuela a la supuesta pérdida de confianza en los partidos políticos tradicionales, proceso evidenciado en cantidad de escenarios y análisis. Mientras unos critican a los partidos por un cúmulo de razones acumuladas en cuarenta años de partidocracia para luego fundar un nuevo partido, otros, se burlan de los anteriores, mostrando la fuerza y la pertinencia de los partidos, estableciendo que son capaces de renovarse -e imprescindibles-.Este segundo grupo parece estar replicado en ciertos tenaces críticos de las universidades. Resulta ahora -ahora- que las universidades están plagadas de vicios y fallas que ameritan urgentemente ser corregidos. Los más destacados de este sector, los que tienen algún poder para intervenir y cambiar la "gravísima" situación, son curiosamente, las mismas personas, o parientes y relacionados, que han arrasado con las universidades públicas en virtud de ese mismo poder; quienes ahora quieren aplicar el "remedio" que las liberará de toda la carga maligna acumulada.
Es esta una suerte de 'homeopatía' en la que se quiere aplicar al enfermo otra porción del agente causante de la enfermedad, para curarla. Sin embargo, esta terapia causa muchas dudas.
Entre los indicadores más mentados de la crisis universitaria se encuentran:
- presupuesto exagerado;
- bajo nivel;
- gratuidad injusta;
- repetición de servicios;
- poca o ninguna productividad;
- jubilaciones tempranas y costosas;
- ausencia de selección y excesiva duración de la permanencia estudiantil;
- etc.
Todos ellos mencionados y argumentados por el articulista de El Universal Antonio Luis Cárdenas, a fines de 1997, en función de vocero del gobierno nacional.
En la mayoría de los análisis de este sector enjuiciador, se hacen largas enumeraciones de problemas, como la anterior, y se concluye de alguna muy extraña manera con que hay que cobrarle a los estudiantes. Ni una palabra de otras cosas que se pudieran interpretar como problemas de fondo, como causantes del estado actual de las universidades, manifestado en ese montón de indicadores.
Cabe aquí preguntarse: ¿Cómo es que nunca se aumentó el costo matricular en las universidades experimentales donde la injerencia del gobierno de turno ha sido tan abrumadora y donde no había trabas de ningún tipo para ejecutar tal acción?
¿Cómo se explica que desde hace algunos años -que coinciden con la prominencia de los partidos políticos en la vida nacional-, lo que se observa mayoritariamente en las universidades es la paralización intelectual, la desmotivación, la apatía, la desmovilización, la inercia?
Sé que la respuesta es evidente, lector. Pero los 'nuevos' críticos de las universidades no la ven. Sin embargo, hasta un articulista no dedicado a estos temas como Alberto Quirós Corradi, en su columna de El Nacional (8-marzo-98), al hacer apenas un somero análisis del proyecto de Ley de Educación Superior, sí la encuentra:
"Las universidades pareciese que no han percibido que el "enemigo" está adentro y forma parte de sus estructuras, al haber permitido que el clientelismo, el reivindicativismo y el gremialismo a ultranza tomasen las riendas de la institución. Visto así, las autoridades, el profesorado y el estamento administrativo son -hoy por hoy- los agentes directos de la intervención externa que se pretende evitar."Tan sencillo como eso. El 'enemigo' está adentro. Y sigue haciendo daño. No es de extrañar que las universidades (en particular las experimentales) hayan llegado hasta donde están. Detectado el tumor, conviene su erradicación. ¿Quién cree que sean los cancerígenos quienes van a exterminar el cáncer?
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