Ciertamente, tampoco está entre mis aficiones leer a los poetas, de allí que el libro iba moviéndose cautelosa pero consecuentemente hacia un anaquel empolvado donde se arrinconan anchos tomos. Pero de alguna manera logró abrir sus páginas a una mirada y no resultó tan intimidante, una alternación de textos de diversa longitud, con intervalos suficientes para no castigar el espíritu; un compendio de piezas concisas que invitan a ser leídas según ese patrón intermitente impuesto por la sobrecarga o más bien bombardeo de mensajes, avisos y anuncios repetitivos que forman "la cultura" contemporánea (también es cierto que me incomodaba no saber de antemano cuál podría ser la venganza de Olafo).
Así que ataqué la lectura con el propósito casi explícito de acabar con ella; su defensa consistió en dejarme consternado, sin capacidad de reacción por un tiempo -no sé qué empeño se le habrá metido en la cabeza a este hombre que anhela hacerme reflexionar, como si no fuese suficiente reflexión la que veo en mi prójimo, cada vez que lo miro no veo más que otro yo... y ¿no anda uno siempre en la búsqueda de otro tú?-
Percibo entre las líneas un columpio que va de la introspección y el intimismo hasta el maremagnun colectivo, sociológico, meciéndose entre escenas y rasgos que uno sospecha autobiográficos, sin otro argumento para ello que la fluctuación de una relación epistolar y lejana. Me impresiona cómo algunos párrafos crípticos hacen evocar imágenes que aluden quizás deliberadamente -y esto sorprende aun más- al sentido del texto enigmático. Llama también la atención cierto brutalismo o chocancia que asoma ocasionalmente, en el sitio inverosímil donde se rozan los extremos del vaivén. Será que ese es el trabajo del poeta.
A los mortales nos acogotan preocupaciones prosaicas y triviales, nos sumergimos en el río de la mayoría, pero, ya lo dijo alguien, cierta gente inestimable tiene el don de ver las cosas como son en sí, no como se nos presentan rodeadas de contextos y tribulaciones, gente que desde la orilla ve pasar la corriente. A veces se da la posibilidad de gatear hasta allí y cambiar por un momento la perspectiva del mundo.
Eloy Cano Castro
(Cagua, mayo 1998)
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