Endoestima y prestigio

Eloy Cano Castro
(1994)
Presenciamos el resurgir del discurso "corporativo" en nuestra institución, cosa que no ocurría desde hace algún tiempo (calculo unos 18 años). Se arropan las acciones con el nuevo modo de hablar y los "últimos" conceptos en materia organizacional. Se plantea la "reforma institucional", ya que todos la consideran necesaria. Se discute sobre la "misión" de la universidad. ¿Qué nos falta? ¡debemos estar satisfechos por el cambio de discurso!....sin embargo, como suele suceder, los discursos nos aburren al poco rato, y empezamos a sentir lo repetitivo, lo falso y lo intencional en su contenido.

Sucede que ya llegamos al momento en que podemos contrastar, sin obnubilarnos por la pasión del cambio, la relación entre aquel discurso y los hechos que quieren ser significados por él. Es evidente que nuestra universidad había sufrido unos años de inercia estática que, si se nos permite la metáfora, se asemeja a un camioncito varado en una subida, empujado por sus ocupantes para hacerlo avanzar, pero mantenido con el freno a fondo por su conductor. Ultimamente, han cambiado las cosas, y se ha liberado el freno, y muchos ocupantes se han subido al camión. Resultado: hay movimiento. Pero si la metáfora es acertada, el movimiento es hacia atrás y en aceleración constante. Porque, ¿cómo habría de avanzar una organización que siente necesidad de su propia reforma, que trabaja para ella, que busca salidas a sus problemas, cuando lo que ha sido el centro de toda esa búsqueda -el cambio de conductor- es burlado -en el sentido más crudo de la palabra-? No puede llamarse de otra manera sino "burla" el hecho de que se haya IMPUESTO al máximo nivel de "conducción" institucional a una persona que sacó su licencia en la misma gestoría de todas las anteriores.... no tiene otro nombre sino "burla" que el Consejo "Superior" siga constituido por la misma gente, después de años de la misma acción. ¿Cómo puede calificarse el hecho del cambio del reglamento? cambio solicitado por muchas instancias institucionales durante años, y que al hacerse efectivo, sólo cambia lo que es útil para IMPONER a una persona, determinada de antemano. Porque hay que decir que quizás las circunstancias institucionales eran de tal naturaleza que podría llegarse a la conclusión que era necesaria la "importación" de una persona con experiencia anterior en niveles rectorales, etc...., por cierto que habría candidatos de sobra, y no uno.

En nuestra opinión, ese hecho, junto con sus consecuencias, -que obedece como es bien sabido, a la presencia dominante de la antedicha "gestoría"- ha sido el puntillazo a la ya muy baja estima que ha venido sintiendo el personal de esta institución. Para avalar estas palabras pongamos un solo caso: la UPRE. Sí, así llaman en algunos círculos probablemente malintencionados a nuestra universidad. Es increible -pero muy repetido- que cuando una persona se ve obligada a mencionar su trabajo aquí lo haga refiriéndose al número de años que le faltan para jubilarse... de allí el sobrenombre peyorativo de Universidad de los PREjubilados. Existe además el toque cualitativo en la manera en que se dice: "todavía me faltan ocho".

Por supuesto, eso no es sino la síntesis, expresada en resignación, por la gente que ha venido sufriendo todas las arbitrariedades que han realizado los organismos externos que han venido controlando esta universidad. Claro que también hay el caso de los que, beneficiados por esos organismos, no están en ella sino para seguirse beneficiando durante el tránsito laboral, y luego, con la apetecible jubilación, tiempo durante el cual criticarán con énfasis las fallas que ellos mismos produjeron.

Más de lo mismo: después de casi interminables reuniones, consultas, y algo de alharaca se postula la "reforma" organizacional. ¿Se ha decidido eliminar el Consejo Superior? No. ¿Se ha implantado la participación del claustro en el gobierno universitario y en la elección de sus autoridades? No. ¿Ha renunciado, o se ha sugerido "exportar" al rector impuesto? !Eso nunca!

Lo que se ha hecho es resucitar el disconcepto "regional". Pero perdón. No queremos que se entienda que después de las reuniones, consultas, etc., se ha llegado a la conclusión de que es necesario crear otro nivel jerárquico en la institución -como si tuviera pocos-. No. Eso de la resurreción estaba planteado de antemano, y las reuniones, consultas, etc., servirían para otra cosa, pero no para generar esa pseudoidea. A nadie, en ningún núcleo, se le ocurriría plantear la constitución de otra instancia decisoria entre ellos y el Consejo Directivo. Porque resulta que la universidad (con toda la carga inercial y de infiltrados que tiene) ha venido constituyéndose en una opción de oferta académica distribuida que actualmente constituye su mejor lauro: sus núcleos; pero decisiones predeterminadas como la de los "decanatos" tergiversan justamente lo que podría convertirse en el principal punto fuerte de la institución. ¿Se va entendiendo lo que queríamos decir con aquello del movimiento, pero hacia atrás?

Da la impresión de que se está buscando prestigio en la sociedad mediante el viejo truco (que siempre falla) de los cambios de nombre y de imagen. No creemos que se pueda lograr prestigio académico y social mediante el cambio de signos que no son producto del cambio de acciones. Sí creemos, en cambio, que la elevación de la productividad de todo el personal, -o para seguir con la malhadada metáfora, soltar el freno, y lograr arrancar el motor- nos permitirá remontar la cuesta. El prestigio es -será- una consecuencia, un subproducto del aumento de la estima que debemos tener hacia nosotros mismos y hacia la institución. Para lograr esta "endoestima" se hace necesario eliminar -o al menos reducir- las fuentes de su perturbación: fundamentalmente la intromisión de factores ajenos a los mejores intereses universitarios (en otra ocasión podremos discutir cuáles son los mejores o no...)



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