la cuestión

vehículo de opinión universitaria, número 14, 19 de julio de 1995

Contenido:


La cibernética del poder

José Miguel Cruces

Si algo caracteriza las gestiones gubernamentales venezolanas, con excepciones bien honrosas, es la necesidad del control -por parte de quien dirige- de toda la estructura institucional sobre la que corresponde administrar. De esta manera el gobernante puede hacer lo que le venga en gana sin ningún tipo de cortapisas, además de que esconde más fácilmente sus posibles deficiencias. Su modus operandi recuerda la de Il Padrino, es decir, es el gran "desatador" del montón de trabas que existen en la administración por "ineficiencia" de otros funcionarios, lo cual lo convierte en el "gran dispensador" de favores. Ergo, provoca una "peregrinación de necesitados" hasta su despacho que le permite crear nexos de obligancia del "favorecido" hacia sí, y por esta vía el control directo.

Aquel que haga críticas, sugerencias, o muestre desacuerdos con "la gestión" por muy respetuosas que estas sean, pasa inmediatamente a formar parte de los "enemigos del régimen". En este tipo de gobierno no se permite un espacio para la disidencia, para la oposición, para el aprovechamiento de recursos distintos a los convencionales. Es un ejercicio del poder que por necesidad intrínseca tiene que desarrollarse de modo estalinista, autocrático. Pero por supuesto, usted los escucha hablando -en su doble discurso- de democracia, participación, autogestión, descentralización...

Modernamente quienes ejercen el poder de esta forma son unos profesionales de la política (partidista), es decir esconden sus intereses y carencias (personales) detrás de una maquinaria, de un aparato para optar a cargos. Su característica personal más resaltante -contrario a la inteligencia- es la audacia. De manera personal, individual y profesional casi nunca reúnen un mínimo de condiciones para acceder a un ejercicio administrativo honesto y eficiente del poder.

La gestión administrativa corrientemente pasa sin dejar nada trascendente; la política que practican es definitivamente gatopardeana, es decir inducen cambios cuidadosamente calculados como para que todo siga igual. Se rodean -casi es una constante- de una pléyade de individuos poco talentosos quienes para detentar un mínimo de figuración institucional desarrollan habilidades de incondicionalidad con la persona que gobierna. Algunos llegan a desarrollar cualidades personales tan identificadas con ese tipo de ejercicio, que recuerdan -del teatro universal- al personaje principal de El Tartufo.

Lo notable de esta situación es que son pocos los organismos que han escapado a este morbo. Mucho, un porcentaje muy alto de la crisis estructural que estamos viviendo en Venezuela tiene directa relación con este tipo de ejercicio. Sin embargo, lo curioso, lo más grave de todo esto no es que haya ocurrido, sino que, con nuestra actitud aletargada, impasible e insensible, la estamos promoviendo; es decir, somos cómplices no sólo de lo que está pasando sino de lo que pueda pasar a futuro.


La Clase VII

Dora Andara

                      El amor no es amor si se altera
                      cuando consigue alteraciones...
                      Y si esto es un error y así me es 

                                                  probado

                      Yo nunca escribí y ningún hombre 

                                                 jamás amó.

                            Shakespeare

Oh, amor que cosechas mediodías
y ondulas sábanas para el reposo
en las más altas montañas.
Oh, amor que alientas los pasos de las hormigas
y apareces el viento de las esquinas.
Oh, amor que reviertes fronteras
hasta el trazo de los columpios.
Oh, amor que por tí respiran
las hojas y las raíces,
el caparazón y la vértebra,
el pulmón y la cana.
Oh, amor, alfarero de los matices,
prosodia de los Ultimos y primeros instantes,
artista de este breve, ¡cuán breve! paréntesis
Oh, amor desándanos la madeja:
cómo fue que niños progresamos guerra.
Amanos y a tu usanza
apróntanos al eslabón,
dótanos primer humano.


Sobre un proyecto institucional

Aldo Colmenares

El proyecto que se plantee hacer realidad una universidad debe ser democrático, porque es parte de su esencia y porque acoje la presencia y acción de los sectores participantes. La complicada situación que de aquí se genera es la que permite la existencia de la universidad, es lo que permite darle al proyecto institucional tal condición. Pero este hacer debe mantener gran fluidez, lograble sólo en la participación responsable de todos, en la partición de ejercicio del poder en todas las instancias de la vida universitaria, en todos sus factores. Ello provoca la necesidad permanente de pensar -todos-, de discutir -todos- sobre el devenir de las situaciones que se planteen y las soluciones posibles que correspondan.

Pero, cuando se necesita gran control por la personalización del poder, se llega a una muy fuerte verticalización desde un mando supremo, desde un gerente omnipresente, con seguidores incondicionales o silenciosos burócratas en las lineas de mando. Esto símplifica la vida universitaria y le da una aparente fluidez, pero la mata, nadie participa más que para cumplir el proyecto del mando supremo del momento, no requiere pensarse ni mucho menos discutirse. Este camino es ampliamente conocido en la USR: todos los Rectores que hasta ahora la han dirigido lo han utilizado.

Al final, este mando debe controlar todo, desde la actividad burocrática hasta la actuación de los gremios: el escritorio del control se llena de cualquier "cosa" que la universidad requiera, quejido, grito, adulancia, pero sobre todo de la "unica negociación" posible: "cuánto debo ceder de mis intereses para obtener tal concesión", sobre todo si representan varios intereses como, por ejemplo, algún gremio u organización universitaria. La actuación del representante-solicitante se convierte en la ejecución de su proyecto personal, emulando en pequeño la propia actuación del gran director, descentralizando la ejecución del proyecto de aquel. Esto se convierte en la construcción de un pesado aparato burocrático, más pesado, porque requiere lograr mucha legalidad en la posición detentada y porque pierde, por la ineficiencia del mismo, el control absoluto que requiere. Así la emulación local (descentralizada) se convierte en un dictadorzuelo ejecutor de dos proyectos totalmente personales. Pero también se convierte en el camino que llevamos, en EL COLAPSO DE LA UIVERSIDAD.


Gerente... es ser gente

Federico Santos C.

Para ser gerente no sólo basta haber sido "designado" como se acostumbra, sino que se requiere tener ciertas cualidades que lo acrediten para esa responsabilidad. En este sentido se pretende hacer unas interrogantes para que cada quien -que se considere gerente- haga sus reflexiones al respecto y se auto-califique con la intención de rectificar en aquellos aspectos que crea necesarios según su "conciencia."

No basta con creer, prever, pensar, evaluar, diseñar, estar consciente, conocer, estar enterado o estar claro sobre la forma de gerenciar ¡Hay que cambiar! Hay que ser "progresistas" con acciones evidentes.


La corrupción

Ramón Santaella

La corrupción -señores- es la enfermedad de fines de siglo, la que mayor cantidad de enfermos, en Venezuela, pareciera desahuciar, aunque parecen ser pocos los que quieren salvar: honestidad, lealtad, reputación. Esa enfermedad es tan deseada, como si de amor se tratara, penetra hasta los huesos, hincha el cerebro y transforma el pensamiento en acción: ¡a robar señores!, parece ser la orden, sin importar un carajo cuanto está ocurriendo a la nación.

Acá, son pocas las instituciones integrantes del Estado que de la enfermedad se han salvado, aunque para mis adentros el mismísimo Estado, en su totalidad, se encuentra contaminado. Un Estado desahuciado que del conjunto universal aparece ya marginado.

La endemia ha crecido tanto que hasta la prensa nacional ya no se puede comprar: por una parte, las noticias reveladoras del mal y, por la otra, la propaganda estimuladora de un consumismo sin igual, como si ambos fueran objetos de un mismísimo costal.

¡Dios mío!, diría asombrada mi madre, ¿qué pasará en el país que no hay médico ni curandero que a dicho mal pueda curar? ¿qué estará pasando con la Iglesia y el poder judicial?

Esto, señores, parece fin de mundo, la enfermedad es tan estructural que hasta Dios se fue de viaje para no dejarse contaminar, dejándole todo al diablo a ver qué puede arreglar. Lo Ultimo acontecido en el poder judicial no parece tener nombre ni tampoco un apellido, pero pudiéramos creer que un eslabón débil la corrupción debió romper, para que saliera a la calle la pudrición verdadera.

El alboroto lo ha montado, en el decir de un testigo, alguien muy comprometido con aquello de las estafas que viéndose acorralado por nuestra "impenetrable justicia", no le quedó otro camino que armar trampas donde cayeran jueces corruptos y uno de ellos cayó.

De inmediato el vuelo de la noticia a todo el país envolvió y a los que aun no estamos enfermos se nos ha partido el alma, pensando que el dinero mal habido, es para los pobres y el que fuera arrojado por la ventana en paquetitos de billetes de mil de mis manos escaparon, aunque lograron ilusiones despertar sobre un milagro divino, sin lograr reconocer que en ese momento Dios se encontraba viajando.

Todo cuanto sabemos nos llama a la reflexión: si esos son los jueces y el policía es ladrón, esta endemia, señores, nos resulta aterradora, más aun cuando no se da aquello de "corres o te encaramas", acá ni correr podemos porque la corrupción nos atrapa.

La patología corruptora nos ha resultado tan brava que no hay principio moral o Etica que la pueda resistir. Son corruptos: jueces, sacerdotes, educadores, policías y militares; al igual que alcaldes, gobernadores y profesionales. Acá, no se salva nadie pero, si corruptos queremos ser por querernos enfermar, encontramos oposición de los partidos políticos por ser ellos los Unicos que quieren padecer el mal.

Frente a la corrupción se nos ha recomendado que lo mejor es hacernos los locos y no emitir opinión; en pocas palabras, no saber nada para que en el mañana podamos aspirar a vivir como un señor de esos muy respetados. Aprender que todo se puede agarrar en el momento indicado, y olvidarnos del pecado que Dios nos absolverá.


la cuestión vehículo de opinión universitaria número 14, 19 de julio de 1995
Editor-Director: Eloy Cano Castro - eloycanocastro@gmail.com

(volver al Indice global) (Ir a página base)