No sé qué harían los ingleses sin Stonehenge; cada tres días inventan una teoría sobre lo que debe ser el sitio megalítico más fotografiado del mundo: observatorio astronómico, auditorio, cementerio, templo, y eso contando sólo las que recuerdo de golpe. Y sobre el método de construcción ocurre más o menos lo mismo que con las pirámides; será porque son de la misma época (~ 2500-2300 a.C.).
No hace quince días un grupo de la universidad de Exeter “descubría los secretos” del traslado de las rocas gigantescas suponiendo que utilizaban como rolineras unas piedritas talladas de forma redondeada cuya utilidad no había sido explicada hasta ahora de otra manera.
Pues ignorando totalmente esa idea, Garry Lavin propone y ha empezado a experimentar con grandes obras de cestería (con mimbre o similar) que irían enrolladas sobre las piedras a transportar. Lavin que también dibuja lo expresa así:
El problema principal para quienes buscan explicaciones son las “piedras azules” de Stonehenge (sesenta según la nota de prensa) que pesan cerca de cuatro toneladas y fueron traídas desde un lugar de Gales situado a más de trescientos kilómetros.
Según Lavin estos dispositivos permitirían incluso flotar con todo y piedra, además ha pensado incluso en la manera de frenarlos y empujarlos en pendiente. Ciertamente, se puede suponer que la técnica existía, lo que va a resultar complicado no es corroborarla con algún experimento (cosa que va a hacer el verano boreal que viene) sino comprobarla con alguna evidencia física, dada la naturaleza perecible de todos los materiales. Al menos no es una idea tan loca.