Civilizaciones desconocidas… líneas y círculos apenas vislumbrados bajo la selva… ciudades perdidas… es lo que sugieren los avistamientos cada vez más frecuentes en los últimos años, “gracias” sobre todo a la deforestación, que se van haciendo por todo lo ancho de la Amazonia.
Pero aparte de intuiciones hay gente estudiosa trabajando en esclarecer el asunto como es el caso de Clark Erickson quien tiene ya como veinte años en eso y en este artículo titulado La transformación de ambiente en paisaje: la ecología histórica de la construcción de terraplenes monumentales en el Amazonas boliviano hace un recuento muy respetable de lo que pudo haber sido el estilo de vida precolombino en la toda la cuenca amazónica.
En primer lugar está claro que las líneas no son una ilusión óptica, existen y son rastros de ocupación humana, no señales extraterrestres. Siempre se ha creído que la forma de vida de los aborígenes y habitantes actuales de las zonas selváticas basada en la caza, pesca, recolección y agricultura de pequeña escala es la misma que mantenían en tiempos precolombinos, sin embargo la magnitud del trabajo requerido para hacer zanjas y lomas y la transformación que implicaron en el entorno dan una idea muy diferente.
En la región de Baures, Bolivia, a la que se refiere Erickson mayormente, hay zanjas (a veces circulares), lomas o camellones e “islas de monte”, cuya datación no está muy bien estructurada pero por algunos trabajos arqueológicos en unos -pocos- sitios parece que son de alrededor de 1200 y años siguientes, algunas de estas obras pueden haber perdurado hasta bien entrado el siglo XVII.
Por la distribución de las zanjas y las estimaciones de trabajo requerido para realizarlas Erickson deduce por un lado que había una cultura común en aquel tiempo prehistórico y por otro que la población debía ser numerosa, en todo caso mayor que la actual.
Dada la topografía más bien plana de la zona amazónica cualquier pequeña altura sirve como retén de agua, y también como refugio ante inundaciones, con estas obras los indígenas habrían desarrollado una manera de utilizar este ecosistema manteniendo húmedas las zanjas y secas las partes más altas.
Las zanjas circulares se distribuyen por grandes zonas de la amazonia boliviana y partes de Brasil. Entre las funciones que se han propuesto para estas áreas eco- trabajadas están:
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defensa
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asentamiento
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residencia de la élite
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trampas para animales
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gestión del agua
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espacios ceremoniales
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marcas de recursos
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cementerios
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acuicultura
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todas las anteriores
En los lugares más habitados se supone pudo haber empalizadas protectoras, aunque no se han encontrado evidencias de ello, pero uno de los argumentos a favor es el testimonio de los primeros europeos que llegaron a la zona, como Ulrich Schmidl cuya relación titulada Viaje al Río de La Plata publicada a fines del siglo XVI (cuenta las incursiones europeas realizadas entre 1534-1554 desde Buenos Aires pasando por el actual Paraguay hasta el Gran Chaco en la Amazonia) incluye algunos grabados que muestran comunidades indígenas rodeadas de empalizadas, incluso dobles.
Es posible sin embargo que esas empalizadas estuviesen constituidas al menos parcialmente por setos vivos. También dice Erickson que los jesuitas establecidos en aquella región dicen que los indígenas tenían pueblos o caseríos rodeados por zanjas profundas y empalizadas; se conectaban por caminos y canales que permitían viajes durante todo el año (no como ahora).
Además de los pueblos propiamente dichos, habría también viviendas dispersas por las zonas de caza y agroforestales. Tras la conquista y la difusión de enfermedades nuevas (y en parte por las guerras intertribales), la población debe haber disminuído considerablemente y por lo visto también la cultura que creaba y utilizaba aquellos terraplenes.
Actualmente, muchas de aquellas antiguas zonas agrícolas y pobladas son ahora áreas protegidas bien como reservas biológicas, territorios indígenas o parques arqueológicos.
Hay otro asunto sumamente contraintuitivo e interesante en esto de la ocupación precolombina de la Amazonia, y es que evidentemente al momento de ocupar aquellos terrenos y construir las grandes zanjas y lomas la biodiversidad debe haberse reducido, por la deforestación y la selección de especies adecuadas, igualmente por el mantenimiento intenso que se requeriría (debía limpiarse un espacio suficiente adyacente a las zanjas, estimado en unos 20 metros a cada lado) sin embargo Erickson plantea que a la larga más bien la diversidad se habría incrementado debido al tráfico de especies entre una comunidad y otra.
Un ejemplo es el del cacao (que ahora me entero es de origen amazónico aunque domesticado en Centroamérica) relacionado con las “islas de monte”, en casi un 30% de su superficie según Erickson.
En suma, los nativos construyeron suelos fértiles donde no los había y domesticaron plantas hasta entonces silvestres, con el solo movimiento de tierra alteraron la naturaleza y contribuyeron notablemente a la diversidad actual de la Amazonia; lo que eran bosques naturales se conviertieron en paisajes culturales. En palabras de Erickson:
He argumentado que los pueblos nativos domesticaron el paisaje. No se “adaptaron” a lo que algunos arguyen era un ambiente caracterizado por recursos limitados para el desarrollo humano; más bien, crearon el mundo que deseaban por medio de la creación y gestión de recursos
Habría entonces una cierta “arqueología” del paisaje que podría deducir cómo era anteriormente basándose en cosas como la concentración de plantas y animales, la existencia de bosques “oligárquicos”, restos de fogatas, especies que están fuera de su hábitat natural, y de hecho eso es más o menos lo que hace Erickson con su análisis.
Luce difícil que la intervención actual caracterizada por deforestación sin control para el pasto en los hatos ganaderos llegue a tener ni siquiera a muy largo plazo alguna consecuencia positiva.