Supe de Tuvia Sagiv por algunos artículos publicados en un sitio dedicado al asunto de la localización del templo de Salomón en Jerusalén. Él es quien postula que la situación del templo original no es sobre la roca que está debajo del Domo de la ídem sino que estaba en un sector más al sur, cerca de la actual mezquita de Al-Aqsa.
Sus argumentos son atractivos, basados principalmente en la topografía original del monte del templo y en el testimonio de Josefo. Pero el solo relatar las teorías acerca de la localización exacta del templo sería muy largo, lo dejaré para otro día.
Hace poco el mismo Sagiv publicó un artículo en el cual hipotetiza sobre el supuesto surgimiento del culto a la divinidad femenina y al cáliz sagrado, que se han popularizado tanto a raíz del éxito editorial del fulano ‘Código Da Vinci’ de Dan Brown.
A instancias de Sagiv se realizaron en los años 90 unos estudios no intrusivos -con radar e infrarrojos- en el monte del templo; la interpretación que él hace de ellos es que bajo el octogonal Domo de la Roca (Haram-es-Sharif) existe una estructura pentagonal, similar a otra excavada en Cesárea denominada Torre de Strato. Según Sagiv, en ambos casos se trata de templos canaaneos dedicados a la diosa Astarté.
Por otro lado, él encuentra la disposición de las dos mezquitas (la del Domo y la de Al-Aqsa), así como su arquitectura, típicamente romanas. La idea es que los árabes -que llegaron en el siglo VII- lo que hicieron fue reconstruir las ruinas de templos romanos de la época de Adriano.
En este sentido hace calzar la planta del templo de Júpiter en Baalbek con la zona del monte del templo y la coincidencia es cuando menos llamativa. Adriano habría construido el templo romano en Jerusalén ocultando lo que quedaba del templo judío, y habría colocado una estatua ecuestre suya sobre el altar judío.
La idea entonces es que cuando llegan los cruzados al área, siglo XI, se encuentran con las ruinas de lo que habría sido un templo octogonal dedicado a una diosa Ticha (Fortuna) sobre la Roca, y uno rectangular dedicado a Júpiter. Al realizar algunas excavaciones encontrarían rastros que los romanos desatendieron, entre ellos algunos ‘cálices del destino’ pertenecientes a la deidad femenina.
Creyendo que habían excavado el templo judío se encontraron con que Dios era Diosa, y los problemas consiguientes para cuadrar eso con la idea del hijo de Dios y el Dios padre. Eso habría conducido a una desmoralización de los templarios, que fueron quienes hicieron las excavaciones, hasta el punto de su eliminación en el siglo XIV. El “secreto” sin embargo, habría sido transmitido y un posible culto oculto (cacofónico ¿no?) se habría mantenido en Europa desde entonces.
Algo similar habría pasado con la literatura judía de los libros de Bahir y Zohar, donde hablan -dice- de una ‘presencia divina’. Por lo tanto, habría una continuidad en el culto femenino que se originó antes del asentamiento de los hebreos en la ciudad; además, el mismo hecho de la existencia de un sitio de adoración a Astarté en los tiempos de Salomón y que no fue eliminado por él es uno de los argumentos que utiliza Sagiv para negar que el templo haya estado situado allí debido a su “impureza”. Una especulación, sin duda, pero bien estructurada.