Esta imagen, esquematización de un relieve encontrado en Çatalhöyük por James Mellaart durante sus excavaciones en 1961 e interpretado por él mismo como un mapa de la ciudad con un volcán al fondo, fue considerada -incluso en algunas historias de la cartografía- como el mapa más antiguo de que se tenga noticia. Claro que alguien tenía que preguntarse cómo hace más de 8 o 9 mil años (está fechado en 6.200 a.C.) se hizo un mapa ‘visto desde arriba’ y no se ha vuelto a encontrar ninguno hasta los tiempos de la urbanización de Mesopotamia, unos 4000 años más tarde.
Eso es precisamente lo que relatan en Making Maps:
Stephanie Meece, revisó las notas de la excavación y el contexto en el que fue encontrado el supuesto mapa (aparentemente sin ni siquiera visitar el sitio en Turquía) y publicó un trabajo (2006) en el que establece paso por paso que el “mapa” no es más que una ilusión, una proyección de Mellaart (que también tuvo alguna duda en principio) sobre unas formas que según Meece (y la pura lógica) no son más que patrones geométricos y pieles de leopardo, cosas ambas que abundan en otros lugares de Çatalhöyük.
Una fotografía del muro original muestra -junto con muchos otros argumentos- que Mellaart sufrió de eso que llaman pareidolia, el hecho de encontrar imágenes en manchas o puntos dispersos, como esas famosas pruebas psicológicas. Un caso particular de tal tipo de percepción, que pudiera convertirse en manía, es el de ver mapas en cualquier cosa, que en inglés llaman cartocacoethes.
Meece expone que hacer un mapa visto desde arriba implica una especie de disociación con el espacio vivido que sólo es creíble en sociedades más complejas que tienen registros escritos, esquemas representacionales abstractos y relaciones económicas con otras sociedades con escritura.