El libro sale en julio, pero gracias a esta nota de prensa donde se adelanta el precio ($35) y el número de páginas (352) y a esta amplia reseña de John Henzell podemos acercarnos a esta idea rompedora que Stephanie Dalley investigadora en asiriología de Oxford publicará en esa fecha. Realmente ya la había publicado en 1993 pero sigue siendo atractiva y hasta novedosa por esto de que las noticias se van muriendo periódicamente y alguien se ocupa de resucitarlas.
Los famosos jardines de Babilonia son atribuidos a Nabucodonsor II (604 a 562 a.C.) y habrían sido construidos junto al Éufrates, con unas dimensiones que difícilmente pasarían desapercibidas, de más de 100 metros por lado.
Lo curioso es que viajeros bastante chismosos como Herodoto, Plinio o Jenofonte que estuvieron en Babilonia no los mencionan. Y por otra parte, Nabucodonosor dejó registros escritos de otras obras pero no de tales jardines.
Dalley busca la fuente original de la leyenda de los jardines colgantes de Babilonia y concluye que todas las relaciones conocidas derivan de Beroso, un babilonio de época helenística que escribió en griego y de cuya obra quedan fragmentos.
Para la época que nos desocupa había dos gobiernos relevantes en Mesopotamia, Asiria y Babilonia, y según Dalley parece que los confunden con alguna frecuencia, por ejemplo en el Libro de Judith -según Henzell- aparece Nabucodonsor como rey de Asiria residente en Nínive. En otras fuentes ponen a Senaquerib, rey asirio de Nínive, a gobernar en Babilonia. En fin, lo normal entre historiadores y eruditos y lo que disculpará cualquier error o imprecisión en esta nota.
Nínive estaba al lado del Tigris, en la actual Mosul. Se han descubierto allí los llamados palacios de Senquerib y de Asurbanipal (o Asurpanibal, que todo puede ser) y aunque no se ve menos plana que Babilonia sí está más cerca de las montañas de donde podría haberse traído el agua para irrigación.
Juntando la confusión geográfica con el conocimiento de los antiguos lenguajes, Dalley cree que los antiguos y famosos jardines estaban en Nínive, habrían sido construidos por Senaquerib (705 a 681 a,C) quien además es conocido por la construcción de un acueducto y un sistema de 18 canales en aquella ciudad y aparentemente también por grandes esfuerzos de paisajismo o al menos de siembra de árboles.
Un obstáculo para la teoría es que se supone que Nínive fue destruida en 612, pero Dalley cree que esas historias fueron exageradas y la ciudad continuó su curso de una u otra manera.
Lo que terminó de convencer a Stephanie Dalley fue que tras un trabajo detectivesco -seguramente detallado en el próximo libro- encontró o quizá deberíamos decir miró con otros ojos una losa existente en el Museo Británico, de donde procede la imagen y en la que se puede ver un acueducto (con falsos arcos, ya que no se habían inventado los arcos propiamente dichos), canales de irrigación y muchas palmeras o árboles de algun tipo:
Esta sería la única imagen confiable de los jardines “colgantes”, siempre según Dalley; fue encontrada en el palacio de Asurbanipal, nieto de Senaquerib. Además, ella atribuye la invención del llamado tornillo de Arquímedes a esta época, ingenio que se habría utilizado para subir el agua a los niveles altos de la obra. Aún no se ha comprobado tal cosa, pero…