Stonehenge no era más que un puñado de piedras viejas y abandonadas hasta hace más o menos un siglo, pero en estas décadas recientes ha recibido más atención que el viaje a la luna. Ha habido cualquier clase de hipótesis sobre la finalidad, la construcción, la ubicación, el origen de los materiales y un prolongado etcétera. Ya casi parecía que no se podría inventar más alrededor de las pobres rocas. Falsa esperanza.
Estaba Lynne Kelly realizando su tesis doctoral ¡en Australia! dedicada al comportamiento animal cuando se fue dando cuenta, gracias a su contacto con aborígenes, de la inmensa cantidad de cosas que memorizaban: nombres de aves, mamíferos y marsupiales, sitios donde se encuentran, utilidad de cada especie, además de lo relativo a sus propias familias, ancestros, linajes y demás.
Y así fue descubriendo que los ancianos apelaban a danzas, canciones, versos y mitología para no olvidar lo que al fin y al cabo es su cultura; como debe haber sido antiguamente en todos los pueblos que no disponían de escritura. También utilizaban ‘sendas soñadas’, un método similar al de los loci, en el que se aprovechan los rasgos espaciales, locales o no, para ir recordando rasgos del paisaje.
Así que según relata ella misma, en una visita a Stonehenge se preguntó si no habría estudiado alguien esta posibilidad y luego de muchas vueltas, resultó que no, nadie había visto Stonehenge como un sitio para guardar memorias.
Lo interesante de la intuición de Kelly es la idea de que los creadores de este monumento megalítico -y así mismo en otros lugares en todo el mundo- eran nómadas que cargaban con sus recuerdos de travesías y paisajes en el momento de asentarse cuando llegó la agricultura.
Por lo tanto se imagina que la construcción de este lugar es una manifestación tangible de aquellas memorias. Los ritos que casi siempre se asumen como religiosos no serían más que repeticiones mnemotécnicas que servirían para no perder todo lo aprendido: la cultura. Aunque le costó un tiempo conseguir arqueólogos que apoyasen esta hipótesis parece que al menos ya no la rechazan de plano.
No está muy claro cómo harán para ratificar o no esta idea, pero ciertamente no luce totalmente descabellada. En todo caso, Kelly ya publicó su libro, en el cual dedica un solo capítulo a Stonehenge, que sin embargo es lo que la ha hecho aparecer en la prensa mundial.