¿Quién cuida y trasfiere el patrimonio lingüístico de un pueblo? El propio pueblo cuando habla, dirás. Pues esto es cada vez más dudoso. Para muestra, este botón: algunos dialectos mayas que están -como la mitad de los lenguajes del planeta- amenazados de extinción.
Nicholas Hopkins viene estudiando esos dialectos desde los años sesenta. En aquellos años, como estudiante, registró en cintas magnéticas voces y conversaciones en Chuj, hablado al occidente de Guatemala y cuyas poblaciones han prácticamente desaparecido después de la guerra que hubo en aquel país. Los descendientes han sido dispersados y normalmente aprenderán a hablar español porque es “económicamente más efectivo para sus usuarios”. El caso es que el NEH, un “fondo para las humanidades” (USA, of course) financia con 40.000 dólares la digitalización de los materiales recogidos por Hopkins en casi cincuenta años de carrera.
Como si hiciese falta algún otro argumento para esta tarea antropológica, resulta que este mismo Hopkins comenzó a trabajar en 1990 con otro dialecto maya, el Chol, todavía hablado por unas cientocincuenta mil personas en el norte de Chiapas. Al transcribir los relatos grabados Hopkins se dió cuenta de que muchos hablantes cambiaban la sintaxis en el punto culminante de la narración, ocultando el sujeto y el objeto de las oraciones, “creando suspenso y forzando al oyente a poner más atención hasta que el orden se descubría”.
Pues este tipo de cambio se encuentra en los jeroglíficos mayas, pero eran interpretados como errores y por tanto obstaculizaban la labor de desciframiento y traducción. Según Hopkins se trata de un dispositivo lingüístico, un “estilo narrativo” tan antiguo como el lenguaje maya que muestra cómo el conocimiento de los lenguajes actuales facilita el de los antiguos. Afortunadamente, dicen que pondrán todo el material digitalizado al alcance público en Internet… pero ¿quién cuida y trasfiere el patrimonio lingüístico de un pueblo?