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2006-03-15

Adorno no

La Encrucijada, como siempre

Esta es la pinta normal del peaje en La Encrucijada cuando se llega al atardecer. Sólo hay 4 carriles para pagar, y por supuesto es un fastidio hacer la cola, que suele llegar al kilómetro si no hay eventos extraordinarios.

Evidentemente, un abusador no puede tolerar ese espacio que se nota entre las dos colas. Y una abusadora tampoco. Por esa razón, ya me ha ocurrido dos veces que el espejo retrovisor lateral (que sobresale del perímetro del vehículo) es aplastado y roto por tratar de simplemente evitar que un abusador o abusadora sienta que tiene algún derecho especial y puede adelantarse en la cola simplemente porque se puede o porque hay espacio.

Ayer fue la segunda vez, a pesar de que me propuse dejar fluir el asunto; pero una abusadora pensó (es un decir) que tenía más derecho, o más prisa, o más influencia, que los demás y así me ví trancado en la entrada del peaje junto con una mula que manejaba una gran camioneta, y con el retrovisor aplastado. Cosa de todos los días.

El asunto es que en este -y en todos- los peajes hay un cuerpo de vigilancia formado por guardias nacionales que muy convenientemente se colocan después del peaje, donde no hay rollo alguno y donde la vida discurre plácidamente alejados del bullicio del tráfico, dedicados simplemente a pasear entre las islas y a observar a las aves.

Por esa razón, donde sólo hay cuatro canales se forman entre ocho y diez colas, y el malestar y las incomodidades se repiten día tras día.

Están totalmente de adorno, no sirven pero para nada, y hay que decirlo, como adorno son bastante feos. Mejor sería confesar la carencia de autoridad y retirarlos de allí; total, el caos será el mismo.



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