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2008-02-26

Agronegocio apocalíptico

Introito: Hoy deben estar inaugurando en Longyearbyen, isla Spitspbergen del archipiélago Svarbald, cedido a Noruega en 1925, el mayor banco de semillas del mundo.

Preludio: Es un repositorio remoto para proteger “en última instancia” la diversidad vegetal del planeta. Albergará más de cuatro millones de semillas, traídas de todas partes del mundo, que estarán en preservación permanente en este depósito subterráneo en un área que está a más de 78 grados de latitud, de forma mucho más segura que en cualquier otro de los más de 1400 bancos de semillas existentes actualmente.

La prioridad es almacenar las semillas de los cultivos que son importantes en la alimentación y la agricultura, de cada tipo de semilla se guardarán 500 ejemplares; mantenidas a -18 grados durarán entre dos y muchas décadas, antes de que pierdan su capacidad de germinación serán sembradas y colectadas nuevamente para lograr mantenerlas indefinidamente.

Noruega es la dueña y promotora de la instalación, y cada país o institución que aporte semillas será dueño de ellas; un poco al estilo de un banco de billetes, según parece. El Global Crop Diversity Trust asesora y organiza el movimiento de las semillas desde sus países de origen.

Entrada del banco de semillas, en construcción

Andante: Un artículo de diciembre 2007 llegó a mi atención por sugerencia de un alto porcentaje de asíduos lectores (¡gracias, Manolo!) escrito por F. William Engdahl, autor de un libro titulado “Semillas de destrucción” cuyos argumentos, presumo, resume.

Engdahl se pregunta por qué la Fundación Bill and Melinda Gates invierte $30 millones en este depósito de semillas junto con aportes de Rockefeller Foundation, Monsanto Corporation, Syngenta Foundation y el gobierno de Noruega. Ya que uno de los propósitos del banco de semillas es que “la diversidad de cultivos pueda ser conservada para el futuro” se pregunta ¿qué sabe esa gente que nosotros no?, ¿qué futuro esperan?

Luego comienza una larguísima explicación sobre el trabajo realizado por un ente llamado CGIAR (Consultative Group on International Agriculture Research) que aparentemente es un brazo de la Fundación Rockefeller (FR) y se dedica, siempre según Engdahl, a “poner la ciencia al servicio de la eugenesia, por décadas”.

Dice que los Rockefeller, ya en los primeros años del siglo pasado se habían propuesto “purificar” la humanidad, y tenían planes para eliminar la pobreza, pero no de la manera que uno esperaría… en los 1920s promovían la eugenesia, “luego renombrada genética, para justificar la creación de una Raza genéticamente fabricada”, incluso atribuye a la Fundación Rockefeller el financiamiento de la eugenesia en tiempos de Hitler.

El tono no deja de ser algo paranoico, aunque quizá sea muy real: la FR creó la pseudo -disciplina biología molecular, en su pretensión de obtener las claves genéticas de una raza superior. La FR creó la denominada Revolución Verde, que según Engdahl no era más que un esquema familiar para desarrollar agronegocios globalizados que pudiesen monopolizar. La FR estaba en los años setenta en posición para determinar la política agrícola mundial; vieron que educar a los científicos y agrónomos del tercer mundo crearía una red de influencia para la promoción de los agronegocios de USA en esos países, trabajando estrechamente con las metas de la política exterior norteamericana y la CIA.

Engdahl continúa el análisis diciendo que la Revolución Verde se fundamentó en el desarrollo de semillas híbridas para los mercados subdesarrollados; las semillas híbridas no se reproducen o tienen una capacidad regenerativa muy baja; por lo tanto los agricultores que las utilizaban aunque obtenían en principio un aumento del doble o triple en las cosechas quedaban -quedan- a merced de las grandes compañías que monopolizan el proceso de generar las semillas. De este modo, prácticamente toda la agricultura de alto desempeño en el mundo depende de cuatro compañías: Monsanto, DuPont, Syngenta and Dow Chemical.

Dice que la concentración de gente en las ciudades no fue accidental sino que era resultado del plan para conseguir mano de obra barata para lo que años después sería la globalización. Al final, Engdahl plantea cómo el poder reunido por esas empresas (y la FR) puede ser utilizado para dirigir los alimentos hacia uno u otro país, según las preferencias del Departamento de Estado, o de sus accionistas.

De hecho, se trata de guerra biológica, y una guerra que para Engdahl comenzó hace más de cincuenta años.

Coda: La única esperanza que resta después de leer a Engdahl es que no tenga razón, que la FR de ninguna manera sea lo que él dice que es, y que el resto del mundo no se deje convencer por la ganancia inicial y fácil…

Fuga: ¡estamos perdidos!



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