Por vía del blog de Jesús Sanchis me he venido enterando de la denominada Teoría de la Continuidad Paleolítica (PCT) propugnada por Mario Alinei en los últimos años, cuyo postulado principal es que los lenguajes actuales continúan un desarrollo ya iniciado en el paleolítico, muchos años antes de lo comúnmente aceptado en estos días. Sanchis remite a un trabajo publicado hace poco por Alinei y Francesco Benozzo en el que aplican la teoría de la continuidad al asunto celta y de paso vincula los populares megalitos europeos con la cultura celta (tal como Uderzo y Goscinny, quién lo diría).
El trabajo (PDF) se titula El megalitismo como manifestación de primacía céltico-atlántica en la Europa Mesolítica. Tras analizar la tradicional teoría de la invasión indoeuropea a Europa en tiempos neolíticos, hace unos 4 o 5 mil años “concluyen” como era de esperar que la teoría de la continuidad es más simple y más explicativa de la presencia de la cultura celta en los lugares en que aun se mantiene: Bretaña y costa atlántica de Francia, islas británicas y cornisa atlántica de Iberia principalmente.
A continuación pasan a describir el fenómeno megalítico europeo, y basándose en una cronología (aparentemente derivada de estudios con radiocarbono) establecen como su centro el área de Bretaña donde se encuentran los megalitos más antiguos y más variados y a partir de allí fijan como dirección de expansión la de la costa hacia el interior. Esto contradice completamente la idea de que los celtas son originarios del centro de Europa y se vieron confinados a las zonas costeras posterioremente. Identifican el área megalítica con el área celta, por ejemplo en Inglaterra, los sitios con megalitos corresponden a las zonas tradicionalmente conocidas como célticas: Gales, Escocia y Cornualles. Además hacen conexiones con la cultura del vaso campaniforme por un lado, y por otro con un proceso conocido como ‘lenición’ o debilitamiento de consonantes, que según dicen, se solapa casi perfectamente con el mapa de distribución de los megalitos europeos.
Con todo esto, montan una relación entre las cuatro cosas: lenición, vaso campaniforme, megalitos y lenguas celtas que luce creíble. Dicen que los megalitos cumplían simultáneamente con varias funciones, culto, “científica” como observatorios astronómicos, marca de territorio; pero más interesante es una supuesta función marítima, como faros o señales territoriales, mostrada tanto por la ubicación de muchos megalitos en sitios connotados de la costa, como por la asociación encontrada en las excavaciones con peces y mamíferos marinos, incluso de mar adentro.
La parte final (escrita por Benozzo) trata de convencernos de que las leyendas y mitos conservados por tradición oral son prueba de la continuidad que quieren demostrar. Entre otros aspectos interesantes, me llamó la atención (el desconocimiento produce esas cosas) esta imagen que representa una mámoa , la construcción de un dolmen gallego.
En suma, los autores juntan evidencias y suposiciones presentadas por otros estudiosos y las utilizan como argumentos a favor de la continuidad, cosa que implicaría, en el caso indoeuropeo al menos, que sus principales ramas ya estaban divididas en tiempos muy antiguos, unos cuatro o cinco mil años antes de lo que se viene suponiendo.