Los anglosajones tienen su grupo de leyendas preferidas, y es bastante evidente que las están difundiendo con gran acierto por medio del cine, la televisión y demás medios. Una de tales, muy recurrente, es la de la investigación criminal alrededor de los crímenes de Whitechapel en el otoño de 1888, atribuidos según parece por una carta entre miles a Jack , el destripador.
Ríos de tinta y bosques de papel han salido del tema. Parece haber un consenso sobre el oficio del asesino, se dice que era carnicero o si no, médico o aprendiz. Uno de los sospechosos principales es Francis J. Tumblety, un curandero y hablador que estuvo en Londres en la época de las muertes, las cuales cesaron cuando él se fue a Nueva York.
Y los argumentos contra él son bastante convincentes hasta que uno se consigue un sitio como Casebook: Jack the ripper, y ve la cantidad de documentación acumulada sobre el caso, y los títulos que aún siguen apareciendo para tratar de encontrar al asesino en serie.
Por ejemplo: Trevor Marriott acaba de publicar un libro en el cual pone en duda que todas las muertes atribuidas a ‘Jack’ lo sean realmente. También duda que la extracción de los órganos de las víctimas haya sido causada por el asesino (supone cierto tráfico ilegal de órganos entre los círculos académicos de la época) y apunta sus sospechas hacia los viajeros, particularmente los procedentes de barcos que arribaban periódicamente a Londres. Su investigación encontró algunos barcos alemanes cuya llegada a la ciudad coincidía con las fechas de los asesinatos (no se puede decir que esa sospecha es muy precisa: son varios barcos y varias tripulaciones).
En el sitio citado, se presenta una lista de 22 sospechosos (que incluye a ¡Lewis Carrol!), y lo más divertido es que tienen un encuesta de su popularidad gracias a la cual nos enteramos que Tumblety apenas si va en el tercer lugar de las “preferencias”. Después de 74000 votos, el principal sospechoso es James Maybrick; el segundo, George Chapman. Este sitio fue creado en 1996 y realmente acumula cualquier cantidad de información sobre este tema, incluidas fotografías de las cartas enviadas a la policía, etc. Es decir, un sitio que justifica el apelativo científico que ya le dan a quienes investigan los asesinatos: “ripperologists”.