Ese endecasílabo era el título original, según me entero hoy del muy mentado Don Quijote de La Mancha. Y es que conseguí una edición reciente -muy reciente- del cuatricentenario libro que viene acompañada de notas y algo de aparato erudito. Esto es gracias al patrocinio de las Academias de la Lengua de toda América (incluyendo la ibérica, tierra que vamos conquistando), que lograron realizar este mamotreto de ejemplar de más de 1200 páginas con tapa dura y de buena calidad en el “módico” precio de 22.000 bolívares (algo así como 8 euros, para los lectores extranjeros).
Esta es mi segunda lectura de este libro de chistes o anecdotario de locuras que ha logrado fama universal por alguna razón que no alcanzo a vislumbrar. Realmente, el libro sigue siendo divertido, como la primera vez; y eso que quién no ha visto repetidas las escenas de la ‘bacía de barbero’, los molinos de viento, etc. Gracias a las notas de Francisco Rico que acompañan todas las páginas de esta edición, que generalmente son de gran ayuda y a veces prescindibles, me doy cuenta de lo imperfecto del libro. En particular, la pérdida del asno de Sancho, pero también hay otras indicaciones de cierto descuido que nadie pensaría que se puedan aceptar en una obra ‘universal’.
Hay un par de cosas que me llaman un poco la atención. Una, que las aventuras más conocidas (probablemente porque están al principio del montón de páginas y sean las que la mayoría lee) transcurren en pocos días literarios. Y que hay una insistencia en Cervantes de ocultar el lugar de Alonso Quijano, pero es detallista en la descripción de los parajes cercanos e incluso menciona pueblos y sitios del viaje caballeresco. Otra, que algunas palabras percibidas por Rico como arcaísmos y que merecen alguna explicación de su parte, son todavía utilizadas en Venezuela como cosa común; recuerdo p.e. ‘diligencia’ y ‘pipote’, con las acepciones que son comunes en este país.
Muchas otras cosas se pueden destacar, y así lo han hecho los estudiosos (que no he leído); p.e. la vacilación l-r que es tan común en ciertas regiones. También, que la idea de que cualquiera enloquezca o al menos pierda su sentido de realidad al sumergirse en un mundo virtual (para Quijano eran los libros de caballerías) puede verse reflejada actualmente en muy diversos contextos: juegos, ‘realidad virtual’, avatares y demás. Sólo falta un Cervantes que se burle con inteligencia de estos nuevos quijotes.