Acabo de releer el libro de viaje de Garstäcker “Viaje por Venezuela en el año 1868”, fragmento de un libro mayor en el que narra sus travesías por América.
Viajó, aparentemente por motivos turísticos exclusivamente, desde La Guaira hasta San Fernando de Apure y de allí por el río hasta Ciudad Bolívar y posteriormente llegó hasta las minas de oro de El Callao.
Es un escritor entretenido, y aunque hace muchas observaciones superficiales, debido principalmente a que iba de paso por todos los lugares, tiene agudeza y sabe convertir pequeñas situaciones en motivo de cuento y amena narración.
Sufre -como la mayoría de los europeos en aquella época, me parece- de cierto prejuicio anticriollo, pero es bastante objetivo, si esto se puede decir. Entre muchas observaciones cuenta ésta en la que se refiere al modo de utilizar las hojas de la palma de carata en un sitio denominado ‘Caratal’, cercano a El Callao y asiento de explotaciones de oro:
Caratal significa precisamente bosque de caratas, pero ni uno de estos útiles árboles ha quedado en pie, puesto que el venezolano (como el ecuatoriano con el caucho) sencillamente lo tala cuando quiere utilizar las hojas. De ese modo tiene menos trabajo que si tuvieran que encaramarse y cortar las hojas. Que entonces el árbol mismo se pierde y que en los años venideros ya no dará cosecha ¡qué le importa! ¡Quién sabe si estará vivo el año entrante y por la descendencia nadie sube a una palmera!
También hace múltiples observaciones (mayormente despectivas pero acertadas) acerca de los ejércitos -amarillos y azules- que se peleaban en aquel tiempo. Pone a Falcón, entonces presidente de Venezuela, como un depredador del dinero público; sin embargo habla muy bien de Juan Bautista Dalla Costa quien era presidente de Guayana (y lo fue en tres ocasiones). Eso sí, conseguía alemanes en todos los lugares a donde iba (en cada pueblo hay un sombrerero alemán, dice), quienes además lo trataban muy bien, y sin atender a regionalismos, debido seguramente a la lejanía de la patria.
Su llegada hasta Angostura se debió a la lectura de Humboldt, lo cual no tiene nada de extraño porque Humboldt ha inspirado a miles de alemanes y extranjeros desde que escribió sus relatos “equinocciales”.