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2006-05-18

Oviedo y Baños, El Tocuyo y Coro

Acabo de releer la primera parte de la ‘Historia de la conquista y población de la provincia de Venezuela’ de José de Oviedo y Baños y encuentro que tiene una serie de cuentos interesantes aun con los detalles que aminoran su calidad, como una prosa semibarroca y el quizás evitable punto de vista del conquistador, que mantiene consecuentemente.

Oviedo escribe en 1720 aproximadamente, y su fuente de información acerca del período inicial de la conquista procede de una revisión de documentos de la época que tal vez estén perdidos, y algunas crónicas anteriores. El período que refleja esta parte de la historia es el de los primeros descubrimientos y el poblamiento hasta 1550.

La Venezuela de aquellos tiempos, particularmente durante el gobierno de los Belzares (Welsers) consistía en el territorio que se centraba en Coro y se extendía hasta el cabo de La Vela al occidente y tenía un límite impreciso al este; Oviedo habla de una provincia “Coriana” de la cual habría tomado su nombre la ciudad.

Relata innumerables batallas contra los aborígenes y establece algunas diferencias entre los caracteres de los conquistadores. Particularmente considera maligno a Alfinger; pero en general justifica las atrocidades del resto. Trata bien a Diego de Lozada y a Juan de Villegas que, sin embargo, no eran amigos.

De Francisco Fajardo comenta que hablaba los idiomas indígenas porque era hijo de una “cacica” margariteña muy conocida; además, su conquista no tuvo trascendencia principalmente porque iba como independiente, esto es, como empresario conquistador sin apoyo estatal, y gracias a su dominio lingüístico y a su particular manera de ser se entendía de maravilla con los principales caciques. De hecho, Oviedo sólo cuenta de una masacre de Fajardo contra el grupo del cacique Paisana, en la costa cerca de Caruao que se debió -supuestamente- a un chisme (algunas cosas no cambian).

También cuenta Oviedo diversas ocasiones de defensa heroica por parte de los indígenas, que según creo no son muy conocidas ni recontadas en la historia escolar. Por ejemplo, la de Paramaconi contra Juan Rodríguez Suárez en lo que después sería Caracas. Allí cuenta que después de la batalla estaba entre los despojos un indígena con las dos piernas rotas que cuando vió acercarse a los que buscaban el cadáver de Paramaconi (que había huído) opuso tanta resistencia que mató -sentado como malamente podía estar- a tres e hirió a dos a flechazos y finalmente aferrándose a “los filos de la espada con las manos, procuró cojer entre los brazos a su homicida, para vengar, ahogándolo, su muerte”.

Sin embargo, al menos en la narración de Oviedo, también llama la atención la gran cantidad de indígenas que no ofrecía resistencia y que se dejaban engatusar o aceptaban negociaciones con los españoles; aunque después las cosas no se desarrollaban según la palabra dada (algunas cosas no cambian).

Particularmente, me atrajo el caso de Manaure, cacique máximo de la zona de Coro, que aparentemente mantuvo durante mucho tiempo un estado de convivencia con los recién llegados.

Encuentro muy interesante la época descrita, el primer poblamiento de Venezuela. La imagen que del país se hacían los conquistadores debe haber sido muy distinta a la visión caraqueñizada de la actualidad. Las vías principales partían de Coro, hacia Maracaibo y El Tocuyo. Luego se fundó Barquisimeto (Nueva Segovia) y en fin, el resto. Esa imagen parece haberse mantenido hasta bien entrado el siglo XVII, como puede verse en este fragmento de un mapa realizado por Francisco de Ruesta en 1634:

Mapa de Ruesta

Este mapa tan impreciso llegó a mis manos gracias a una oferta que conseguí -calculo- alrededor de 1984. Se trata de una edición en gran formato patrocinada por el Concejo Municipal de Caracas con ocasión del bicentenario de la formación de la Capitanía General de Venezuela, que contiene un buen número de reproducciones de mapas antiguos del área de Venezuela y alrededores, entre los que se encuentra este Ruesta.

El Tocuyo que se ve en la parte baja, era un caserío fundado por el gobernador autócrata (algunas cosas…) Juan de Carvajal, quien impuso a punta de matanzas la “autoridad” que había usurpado valiéndose de la ausencia del gobernador designado por la Audiencia de Santo Domingo. Utilizaba una ceiba frondosa en la que colgaba a los opositores, y en la cual fue colgado cuando se restituyó la autoridad legítima, y entonces la ceiba también murió.

No importa qué tan sesgado sea el punto de vista de un autor, al cabo de un tiempo su testimonio vale más por antiguo que por objetivo, y eso -creo- es lo que sucede tanto con el cuento de Oviedo como con los mapas antiguos.



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