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2005-08-19

Raspútin

Me prestaron una biografía de Grigori Efimóvich Raspútin, a quien siempre se llama Rasputín, escrita por Paul Mourousy. Es un recuento bastante favorable a Rasputin y al zarismo que niega gran parte de las publicitadas malas mañas del “monje loco” que no era monje, y tampoco loco.

Era lo que en Rusia llaman un ‘starets’, una especie de místico peregrinante. Cuenta Mourousy que Rasputin tuvo una visión cuando era adolescente, en la cual se le apareció una señora “de azul y blanco”, y que según parece, marcó su destino. Lo que más atrajo mi atención fue la disposición caminante de Rasputin; recorrió gran parte de Rusia, varias veces e incluso llegó a Jerusalén.

Poseía alguna forma de poder místico, y todas las versiones concuerdan en que mantuvo a raya la hemofilia del zarievich, heredero del imperio, razón por la cual la zarina Alejandra lo tenía en altísima estima.

El relato de Mourousy tiene la ventaja de situar en su contexto la vida de Rasputin. Según dice, el principal interés de Rasputin en los meses que precedieron a su asesinato era el de sacar a Rusia de la guerra (era el año 1916); esto, aunado a la envidia que provocaba por su acceso directo al palacio imperial parece que fueron las causas por las cuales Felix Iusupov y otros parientes de la familia real planearon y ejecutaron su asesinato; que por cierto había estado precedido por otros intentos, entre ellos un apuñalamiento que lo dejó en coma por un tiempo.

Su asesino, cuya versión de los hechos es la única que se conoce, vivió hasta 1967, en gran parte gracias a la venta de su relato. Mourousy implica que Rasputin era honesto; en entornos decadentes como el del imperio ruso, esta parece una razón suficiente para eliminarlo.



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