Cada vez que a alguien le pasa algo malo, para no decir terrible, se suele escuchar: “¡qué suerte tuvo!”; esto a cuenta de que siempre pudo ser peor.
Pareciera deberse a que por más “modernos” que parezcamos ser, creemos que lo “escrito, escrito está” y por lo tanto cualquier mal que ocurra se considera mal menor porque ‘iba a ocurrir’ y si se puede contar ya es ganancia.
Ejemplo de esto: cuando los aviones impactaron las Torres Gemelas de Nueva York, no faltó quien dijese: “menos mal que era temprano, una hora más tarde habrían muerto 50.000 personas”. Menos mal habría sido que los aviones no hubiesen despegado ¿no?. En fin.
Pero creo que una síntesis más poética (y más corta) de esta idea la tiene el corrido mexicano de Rosita Alvires:
El día que la mataron
Rosita estaba de suerte...
de tres tiros que le dieron
no más uno era de muerte