Dice el cuento, según parece basado en el relato del historiador Gil Fortul, que Vicente Emparan, Capitán General de Venezuela en 1810, salió a un balcón ante una muchedumbre congregada el famoso 19 de abril de aquel año y preguntó si estaban de acuerdo con su gobierno. Como la gente -azuzada por el cura Madariaga y otros- dijo que no, pues renunció a su cargo.
Así de fácil. No se conoce mucho de Emparan, aparte de sus datos biográficos elementales. Se sabe que cuando Humboldt estuvo en Cumaná, pudieron hablar varias veces y el propio Humboldt comenta que era un hombre culto.
Yo sí creo que era culto. Porque desde esa remota fecha pre-republicana, todavía estoy esperando ver a alguna autoridad de este país renunciar porque no lo quieren. Y no hablo de capitanes generales ni otras jerarquías semejantes. Hablo de cualquier pendejo que tiene un cargo y no lo suelta a menos que salga para otro mejor.
Lamento que Emparan no tenga el puesto que merece en el panteón republicano, porque considero que dió el mejor ejemplo que puede dar una autoridad: renunciar cuando es necesario.
¡Viva Emparan!