2010-04-19

La última renuncia

Los sucesos del 19 de abril de 1810 en Caracas son bastante conocidos: era jueves santo y el Cabildo se reunió como a las 8 de la mañana para discutir las noticias de España (prisión de Fernando VII y sus conscuencias); el Capitán General Vicente Emparan interrumpe la reunión para ir a cumplir con los ritos de la ocasión a eso de las 9; frente a la iglesia, es forzado a regresar a cabildo y según la tradición popular se vio en la necesidad de salir al balcón del Ayuntamiento y preguntar al “pueblo” allí presente si querían que siguiese en su cargo y como la respuesta fue un no por aclamación (aunque aparentemente el no fue precedido por un sí, que cambió luego que un par de conspiradores incitó a la concurrencia de la plaza), pronució su famosa frase: Pues entonces yo tampoco quiero mando.

En el Acta firmada ese mismo día, sin embargo, dice que la frase fue consecuencia de la intervención de un diputado. En cualquier caso, las consecuencias inmediatas fueron que el Cabildo de Caracas asumió los poderes de la Capitanía, al tiempo que juraba lealtad a Fernando VII; Emparan fue expulsado -aunque de muy buena manera, según parece- junto con los otros altos cargos militares y la independencia fue declarada el 5 de julio del año siguiente.

La única imagen de un testigo presencial que se conserva es este cuadro de Juan Lovera que retrata el momento en que Emparan es forzado a regresar a cabildo; se aprecia a Emparan levantando su sombrero o gorra o qué se yo de mariscal.

Emparan en la catedral

De estos hechos, siempre me ha llamado la atención la renuncia pacífica de Emparan. Hay muchas maneras y motivaciones para renunciar; cansancio acumulado, “sugerencia” de un superior, ascenso o cambio a un empleo mejor, enfermedad, etc. Pero una renuncia provocada por deseo de los subordinados es un caso único en la historia, de Venezuela al menos.

Mi experiencia -y muchas notas de prensa que podrían aludirse- dice que cuando un grupo cualquiera desea la renuncia de quien lo dirije, eso hará que persista en el cargo ad nauseam. Ejemplo quizá notable el de Rómulo Betancourt, presidente en 1962 cuando aparecían pintas en las paredes de la capital que pedían su renuncia; su frase: Ni renuncio, ni me renuncian.

He tenido ocasión de ver casos de personas en cargos ínfimos que se aferran a ellos justamente cuando menos los quieren allí (los subalternos, no confundir con los deseos de los superiores que son cumplidos directamente sin uso del órgano que supuestamente tenemos en el cráneo).

Es por ello que tengo a Emparan en alta estima. Claro que existe la posibilidad de que su renuncia estuviese previamente acordada y que realmente quería irse pero como no hay evidencias de esta posibilidad, pues le daremos el beneficio de la duda.

Se sabe que Vicente de Emparan y Orbe, tuvo una larga carrera militar y administrativa de la cual resalta el período de doce años cumplido como Gobernador de la provincia de Nueva Andalucía (Cumaná). De su carácter hay un testimonio directo de un testigo muy confiable.

Tenía Humboldt treinta años cuando llegó a Cumaná en el inicio de su viaje a las regiones equinocciales (1799) y conoció y trató a Emparan (que tenía 52 o 53 años en 1800). Humboldt escribe:

Fuimos conducidos … a casa del gobernador de la provincia Don Vicente Emparan, para presentarles los pasaportes que nos había dado la primera Secretaría de Estado. Nos recibió con la franqueza y noble sencillez que en todo tiempo han caracterizado a la nación vascongada. (…) nos manifestó su mucha satisfacción con motivo de la resolución que habíamos tomado de permanecer algún tiempo en la Nueva Andalucía, cuyo nombre, en aquella época, era cuasi desconocido en Europa… El Sr. de Emparan nos mostró algodones teñidos con plantas indígenas, y hermosos muebles en que se había empleado exclusivamente maderas del país. Se interesó vivamente en todo lo que se relacionaba con la física, y preguntó, con gran admiración nuestra, si pensábamos que bajo el hermoso cielo de los trópicos contenía la atmósfera menos nitrógeno que en España, o si la rapidez con que se oxida el hierro en estos climas era únicamente efecto de la mayor humedad indicada por el higrómetro de cabello. El nombre de la patria, pronunciado en una lejana costa, no hubiera sido más agradable al oído de un viajero que lo fueron para nosotros las palabras nitrógeno, óxido de hierro, e higrómetro. … Demasiado amaba las ciencias el Sr. de Emparan para que encontrase extraño que de tan lejos viniésemos a recoger plantas y a determinar la posición de algunos lugares por medios astronómicos. No atribuyó otros motivos a nuestro viaje que los que estaban enunciados en nuestros pasaportes, y las públicas señales de consideración que nos dió durante una larga estada en su gobernación contribuyeron mucho a procurarnos una acogida favorable en todos los territorios de la América meridional.

¿Interesado en la ciencia? ¿Un militar y burócrata español del siglo XVIII? Si no fuese Humboldt quien lo cuenta, sería increíble. En el bicentenario que se celebra hoy quisiera que el ejemplo de Emparan tuviese una repercusión mucho mayor y mejor que el papel secundario y ramplón que se le atribuye.



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