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2005-08-16

Organización

Hoy he soportado una de las amenazas más temidas por los habitantes de este territorio: me he sometido a los dictámentes de la burocracia. Y no cualquier burocracia, la peor de todas, la del organismo encargado del transporte llámese como se llame, porque cambia de nombre cada dos o tres años.

Obligado -aunque no demasiado- a obtener documentos para un vehículo y “dateao” de que en Caracas se hace el trámite más rápido me embarqué en la odisea decidido a perder el día en esto. No fue así, sólo tardé dos horas. Si hubiese hecho el mismo trámite en la pequeña ciudad donde resido (como lo hice, hace tres años para no obtener resultado), el asunto duraría unos cuatro meses. O sea, que es un adelanto.

El problema surge cuando uno cumplió el proceso y analiza (esto ya es una mala idea) el flujo: una hora completa en cola para pagar en el banco que afortunadamente se encuentra allí mismo; tres cuartos de hora para cuadrar el sitio donde debía llegar, lo cual incluye un par de colas intermedias; y finalmente, no más de 3 minutos (sí, ¡ tres minutos!) en el propio y efectivo trámite.

A pesar del esfuerzo realizado por quien-quiera- que-sea para agilizar el proceso, lo que más se nota es la posibilidad de mejorarlo.

Es increíble la falta de información de los usuarios en relación con cualquier trámite. Ciertamente, han tratado de arreglar esta situación con pancartas que sólo lo logran parcialmente. Luego, obligan a comprar un sobre para contener los documentos que no hace falta ni se utiliza para absolutamente nada. Es más, creo haber sido el único que introdujo los papeles en el sobre, sólo para sentir la mirada de ’este ridículo’ que me dirigió la funcionaria respectiva. Pero así son las cosas en el (ponga usted aquí el número ordinal, exceptuando ‘primer’) mundo.

Uno hace un trámite de tres minutos en ciento veinte y le parece que es un gran avance.



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