Escribe que algo queda, decía -y titulaba su columna periodística semanal- el viejo Kotepa Delgado. Pero según parece lo que queda de lo escrito es sólo confusión y posibilidades interpretativas infinitas.
Caso: los famosos manuscritos “del Mar Muerto”, descubiertos en los años cuarenta y atribuidos casi inmediatamente a un grupo eremita: los esenios. Algo pasa con estos rollos porque a cada rato surgen disputas entre los estudiosos con las que uno se entretiene cual novela culebrera. El (pen)último capítulo está difundiéndose por todos los medios y lo protagoniza Rachel Elior, profesora de la Universidad Hebrea especialista en la mística judía.
Según Elior las referencias a los esenios sólo provienen de Josefo, Plinio y Filo, cuyos relatos además difieren en detalles importantes; de allí deduce que se trata de una invención o exageración de Josefo para enriquecer su presentación de los judíos ante los romanos. Elior atribuye la escritura de los rollos y su ocultamiento en Qumram alrededor del siglo II a.C. a los saduceos, casta de sacerdotes descendientes de Zadok (sacerdote en el reinado de Salomón, supuestamente).
Dice que en ninguno de los rollos se menciona a los esenios y en cambio todos los textos se corresponden con una presunta ley saducea que habría evolucionado a lo largo de siglos y que sólo se interrumpió cuando los seléucidas (descendientes del sátrapa Seleuco, general de Alejandro) tomaron control del templo, cosa que provocó el alejamiento de los saduceos con todo y sus rollos (manuscritos).
Quedo pendiente del próximo capítulo.