Nunca sabré por qué de la lectura de La casa de Asterión recuerdo con frecuencia solamente una nota a pie de página.
Más que la recreación del mito cretense, o el punto de vista del victimario monstruoso, o la idea de un laberinto con múltiples salidas pero que funciona como prisión, o como insinúa aquí Paloma Andrés el hecho de que Asterión sea una proyección del propio Borges. En la frase casi inicial
Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito *) están abiertas día y noche
aparece la llamada al pie que apela a un supuesto manuscrito, recurso que le encantaba a Borges (y a sus lectores):
- El original dice catorce, pero sobran motivos para inferir que en boca de Asterión, ese adjetivo numeral vale por infinitos.
Atribuyo a una intuición afortunada que siempre me haya parecido tan lógica la elección del número catorce para dar la idea de infinito. Hay una cierta alusión a lo primitivo, una sonoridad particular y algo cabalístico; nunca sería lo mismo si hubiese dicho dieciseis, por ejemplo.
En estos días se está publicitando mucho la propuesta de James Anderson que aparentemente resuelve el problema de la divisón por cero; aunque simplemente define infinito como 1/0, y menos infinito como -1/0.
Visto desde afuera la cosa puede resumirse en que inventó un signo (fi) y un nombre (nulidad) para los resultados de esa división y así lo hacen notar numerosos comentarios; de los cuales algunos son francamente graciosos. Vía /. encontré un comentario de alguien cuyo seudónimo es MountainMan que merece transcribirse: dice que tiene una calculadora que divide “felizmente” por cero; al hacerlo muestra una E y como buen “geek” lee ese resultado en hexadecimal, esto es E=14, por lo tanto cualquier cosa dividida por cero dará 14, exceptuando 0/0 que paradójicamente da 0.
Apartando lo divertido del asunto, hay un “cierre” gestáltico aquí: catorce es infinito y Borges tenía razón (como tantas veces).