Por eso hubo alegría en Coro cuando se supo que Alfínger había muerto y los Alcaldes Francisco Gallegos y Pedro de San Martín lo tumbaron de la silla para ponerse ellos, alegría que duró poco, pues los nuevos gobernantes siguieron atropellando a la gente a placer, con lo cual establecieron un patrón que no ha dejado de seguirse hasta nuestros días.
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2008-05-28
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