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2004-05-13

Laconismo

Dice Herodoto en su libro Talía que Polícrates, tirano de Samos, era tan pero tan afortunado que el faraón Amasis le escribió indicándole que se desprendiera de la cosa más valiosa que tuviese a fin de alejar la mala fortuna que inevitablemente le sobrevendría debido precisamente a que todo le salía bien.

Polícrates eligió un anillo y lo echó al mar frente a muchos testigos. Días después un pescador le ofreció un pez excepcional y cuando lo abrieron para prepararlo encontraron el anillo…

Al enterarse de esto Amasis cortó toda relación con Polícrates y no quiso saber más nada de él, comprobado como quedó -en su opinión- que la desgracia iba a llegar a la casa de Polícrates.

El caso es que posteriormente, los opositores a Polícrates se vieron obligados a recurrir a Esparta para obtener apoyo y tumbar al tirano (no dudo que para poner a otro). Se dirigieron a los magistrados lacedemonios y les dieron un largo discurso explicando los problemas que tenían, y pidiendo socorro para su propósito. Los magistrados respondieron que “no recordaban ya el principio, ni habían entendido el fin” de la arenga.

Los samios consiguieron con esfuerzo una segunda audiencia y sin discurso alguno ni retórica, presentaron sus alforjas vacías y pidieron algo por caridad. Les respondieron que era suficiente con presentar las alforjas vacías, no hacía falta pedir; al final, resolvieron darles socorro.

Hay algunas lecciones en esta anécdota…



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