Esta basílica romana, situada en la Via Tiburtina, fuera de la vieja ciudad y construida sobre unas catacumbas en las que fue enterrado San Lorenzo después de su martirio parrillero se está haciendo popular desde hace unos meses porque un tal Alfredo Barbagallo le ha conseguido una conexión con el Santo Grial, el cáliz que etc. etc. etc. Es una forma de publicidad que no falla.
Las pistas que ofrece Barbagallo se reducen a dos.
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Una, que Lorenzo era diácono del papa Sixto II (esto es el año 258) y fue encargado por éste para reunir y proteger las posesiones de la Iglesia en vista de la persecución que había iniciado el césar Valeriano, de allí deduce que si el cáliz sagrado estaba en posesión del Papa, Lorenzo lo habría obtenido y escondido.
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Otra, que hay imágenes en la basílica que apuntan hacia la presencia del cáliz en la tumba de Lorenzo, cosa que por supuesto debía pasar desapercibida pero no tanto como para que Barbagallo no se diera cuenta.
Pero como bien dicen nada menos que en la Enciclopedia católica el cuento del emparrillamiento de Lorenzo es muy dudoso, así como el resto de la leyenda con excepción quizás de la fecha del martirio: 10 de agosto. Que la tradición sea falsa no ha impedido que San Lorenzo sea famoso y que Felipe II haya construido El Escorial con forma de parrilla para agradecerle al santo su intercesión en una batalla. Barbagallo está solicitando permiso para excavar en la tumba de San Lorenzo y buscar el cáliz.
Apuesto a que no consigue ni el permiso ni el cáliz.