Esta película de 2010 no sólo es extraña por ser sueca (cualquier cosa fuera de Hollywood en la pantalla cinematográfica viene siendo extraña en estos días) y tener su título en inglés sino porque es una especie de comedia de baja intensidad que no produce carcajadas pero es graciosa y divertida.
Es una especie de historia policial en la que el protagonista (Bengt Nilsson, arriba), un detective proveniente de una familia de músicos y que tiene un hermano que es un connotado director de orquesta carece sin embargo totalmente de oido musical se ve a cargo de contrarrestar una ola de ataques realizados por una banda de músicos que desprecian la música “oficial”, cuyos ataques consisten en tocar en sitios públicos con los elementos propios del sitio (un hospital, una plaza) causando -aparentemente- terror en la ciudad.
La banda de músicos/delincuentes en realidad está ejecutando un Concierto para una ciudad y seis bateristas , cuya partitura aparece a ratos en la película.
No puedo evitar contar lo que me pareció el mejor momento: los músicos asaltan un banco, caracterizados con capuchas y amenazando a los presentes con un metrónomo, apartando a los clientes de las taquillas y en fin con toda la prosopopeya de los ladrones de bancos diciendo en voz bien alta y autoritaria: ¡Esto es un concierto!